TRATADO DE LA NATULEZA HUMANA (David Hume) - TrascendentalMente: Psicología y Comunicación

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sábado, 13 de marzo de 2021

TRATADO DE LA NATULEZA HUMANA (David Hume)

 TRATADO DE LA NATULEZA HUMANA (David Hume)



De la identidad personal

la "identidad" no es lo mismo que la identidad personal". La primera puede atribuirse a los objetos, como bien lo hicieron muchos de ustedes, pero la identidad personal es una manera de decir "yo” Y tendrían que explicar cómo concretamente operan la causalidad y la semejanza Hume expone que la identidad personal esencialmente se construye con la unión surgida de las ideas de la imaginación, es decir dentro de nuestra facultad de asociación de ideas generamos conexiones que con ayuda de la costumbre nos permiten atribuir una identidad permanente a los objetos y a nosotros mismos. Entonces la identidad no pertenece a las percepciones en sí mismas, sino que depende directamente de los principios de asociación de ideas (semejanza, contigüidad y causalidad).


la semejanza la relaciona con la memoria que "descubre y produce" la identidad, y con la causalidad que liga las percepciones de la mente por relaciones de causa y efecto es importante señalar que la memoria es esencial para establecer relaciones de causalidad y de semejanza, como

El problema está en eso que Hume dice sin mucha convicción: que la memoria produce la identidad personal Por qué es un problema? Porque no siempre recordamos nuestra vida en el pasado y sin embargo seguimos creyendo que existíamos. No nos acordamos qué hicimos el 14 de mayo de 2014 pero igualmente sabíamos que existíamos. 1) primero critica la concepción cartesiana de la identidad personal (es decir, somos un yo porque somos una substancia)2) La propuesta (luego de la crítica) es que la identidad está basada en la memoria 3) eso plantea un nuevo problema: atribuimos identidad aun sin memoria (no recordamos toda nuestra vida).



Las impresiones y el yo según Hume

Hume dice que tiene que haber una impresión que de origen a cada idea real. Pero el “yo” no es ninguna impresión, sino aquello a que se supone que nuestras impresiones e ideas tienen referencia. 


Si hay una impresión que origine la idea del “yo”, esa impresión deberá seguir siendo invariablemente idéntica durante toda la vida, pues se supone que el “yo” existe de ese modo. Pero no existe ninguna impresión constante e invariableDolor y placer, tristeza y alegría, pasiones y sensaciones se suceden una tras otra, y nunca existen todas al mismo tiempo. Luego la idea del yo no puede derivarse de ninguna de estas impresiones, ni tampoco de ninguna otra. Y, en consecuencia, no existe tal idea.

Dice Hume que siempre que penetra en “mi mismo” tropieza en todo momento con una impresión particular. Nunca puede encontrarse sin una percepción y nunca puede observar otra cosa que la percepción. Cuando las percepciones son suprimidas por algún tiempo, no se da cuenta de “mi mismo” y puede decir que “él” no existe. Y si todas sus percepciones fueran suprimidas por su mente y ya no pudiera pensar, sentir, ver, amar, odiar, tras la descomposición de su cuerpo, su “yo” quedaría aniquilado, de modo que ya no sería nada.

El “yo” no puede percibirse a sí mismo mientras percibe olores, dolores, formas. El “yo” no requiere de una sustancia que funcione como soporte de su existencia. En términos de Hume, si ese “yo” existiese debería poder ser distinguido de sus percepciones particulares como una percepción más. A la pregunta ontológica acerca de lo que es el “yo”, Hume responde: el espíritu es una especie de teatro en el que las diversas percepciones hacen su aparición suavemente, pasan, vuelven a pasar, se esfuman y se mezclan en una variedad infinita de estados y situaciones”. La analogía con el teatro supone que nuestra identidad personal no acompaña de modo simple e idéntico a cada una de nuestras percepciones, sino que, por el propio dinamismo de las mismas, cambia permanentemente: es una especie de “yo” momentáneo, imperfecto. 



Limitaciones del yo según Hume

Sin embargo, Hume reconoce que dicha analogía tiene sus propias limitaciones, pues no existe un espacio separado donde las percepciones ocurran. El substrato, el “yo cartesiano” no existe, solo somos la serie de las percepciones e impresiones particulares y distinguibles. Lo que existe es una copia de instantes. Hay una “fuerza suave” que conecta las partes separadas. No existe la percepción de identidad, no existe una experiencia sensible de la cual la experiencia sea copia; es una cualidad que atribuye nuestra mente, es la fuerza de nuestra imaginación que une y conecta, un hábito de nuestra subjetividad. Hume utiliza el término ficción para denominar este proceso, en el sentido de la construcción imaginaria.

Hume alude a dos de las leyes de la imaginación: la semejanza y la causalidad, ambas posibles por la memoria, que harían, de algún modo, aparecer la idea del “yo.”

Es por la memoria que revivimos imágenes y percepciones pasadas y al recordarlas o revivirlas podemos reconocer la semejanza entre ellas y su objeto. Las imágenes de la memoria son como fotos que se asemejan a los objetos que registran. La memoria advierte que las impresiones e ideas pasadas son semejantes a las que hoy percibe. La memoria evoca una gran variedad de percepciones pretéritas que permite que la imaginación se deslice “más fácilmente de un eslabón a otro”, de modo que parezca la continuidad de un mismo objeto. 



Cambio de percepciones en el yo

Toda nuestra vida mental, dice Hume, es una serie de percepciones y es solo gracias a la memoria que podemos identificar ciertas percepciones como semejantes a otras. Justamente dicha identificación es tomada como “identidad del yo.”

Hume pone de ejemplo una masa de materia cuyas partes son contiguas y conectadas entre sí y a la que le atribuimos una identidad perfecta, pero si suponemos que alguna parte muy pequeña e insignificante se añade o sustrae a la masa, aunque en rigor signifique la destrucción absoluta de la identidad del conjunto, seguimos admitiendo que la masa sigue siendo la misma. El transito del pensamiento desde el objeto antes del cambio, al objeto después de este, es tan suave y fácil que apenas si percibimos la transición, de modo que imaginamos que se trata de un examen continuado del mismo objeto. Medimos el cambio de manera proporcional al conjunto.

Un cambio de una parte considerable de un cuerpo destruye la identidad de este, pero si el cambio se produce gradual e insensiblemente, mostramos menos inclinación a asignarle ese mismo efecto. Esto sucede porque la mente, al seguir los pasos sucesivos del cuerpo desde el examen de la condición del cuerpo en un momento a su consideración a otro, experimenta una transición fácil, de modo que en ningún instante percibe interrupción en sus acciones. Es en base a esta percepción continuada que la mente asigna al objeto una continua existencia e identidad.



La memoria según Hume

Es también la memoria la que juega un rol central en el fortalecimiento de la idea del “yo” asociada a la causalidad pues, gracias a ella, somos capaces de reconocer las relaciones de causa y efecto entre nuestras percepciones, lo cual está relacionado con uno de los principios del empirismo: las relaciones causa y efecto entre impresiones e ideas.


Es por la memoria que podemos pensarnos a nosotros mismos como “sistema de percepciones diferentes, existencias diferentes, unidas entre sí por la relación causa y efecto, y que mutuamente se producen y modifican unas con otras.” La memoria no solo tiene esa capacidad de manera inmediata: puede también extender nuestro “yo” más allá de nuestro presente. Así podemos comprender : tiempo, circunstancias y acciones que hemos olvidado por completo y que en general , suponemos, han existido.” Para Hume, no podemos tener memoria de todos nuestros pensamientos y acciones en un momento determinado, sin embargo, tal olvido no quiebra nuestra idea del “yo” en tanto simple y unificado.

La causalidad, posible a su vez gracias a la memoria, nos permite descubrirnos, observarnos a nosotros mismos, moviéndonos con suma facilidad entre nuestro pasado y nuestro presente. Es un hábito de nuestra subjetividad. La memoria de manera reciente posibilita a la imaginación conectar casualmente y por similitud, nuestras distintas percepciones, permitiéndonos descubrir nuestra identidad y pensarnos como un “yo” continúo que se extiende y proyecta a lo largo del tiempo.

Hume no pudo encontrar la impresión de la cual se deriva la idea del “yo.” Su empresa fue revelar que ese “yo” no es masque un síntoma producto de nuestra imaginación y nuestra memoria.

  • La causalidad puede equivocarse porque proviene de la experiencia

  • Un objeto me da suerte al rendir un examen, por eso siempre lo llevo conmigo, pero esto puede fallar

  • La experiencia no tiene leyes, no es universal, sino que es general (puede ser de diferentes maneras)

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