CALIBÁN Y LA BRUJA. MUJERES, CUERPO Y ACUMULACIÓN ORIGINARIA (Silvia Federici)
El título “Calibán y la bruja” está inspirado en “La tempestad” de Shakespeare. Calibán no sólo representa la rebelde anticolonial, sino que también constituye un símbolo para el proletariado mundial y el cuerpo proletario como instrumento de resistencia a la lógica del capitalismo.
La figura de la Bruja, que en “La tempestad” está confinada a un segundo plano, en el libro de Federici se encuentra en el centro de la escena, como encarnación de un mundo de sujetos femeninos que el capitalismo no ha destruido: la hereje, la curandera, la esposa desobediente, la mujer que desea independizarse o aquella que envenenaba la comida del amo e inspiraba a los amos a rebelarse.
La autora propone repensar el desarrollo del capitalismo desde un punto de vista feminista, sin las limitaciones propias de una “historia de las mujeres” separada del sector masculino de la clase trabajadora. La otra cuestión que motiva a la escritora, es el retorno a nivel mundial del conjunto de fenómenos que generalmente son asociados al desarrollo del capitalismo. Nuevos cercamientos que han expropiado a millones de productores agrarios de su tierra, la criminalización de los trabajadores por medio de políticas de encarcelamiento.
También la persecución de los trabajadores migrantes y la intensificación de la violencia contra las mujeres, e incluso en algunos países el retorno de la caza de brujas.
Feudalismo y Capitalismo (Federici)
Federici analiza la transición del feudalismo al capitalismo desde el punto de vista de las mujeres, el cuerpo y la acumulación originaria (término usado por Marx con el fin de caracterizar el proceso político en el que se sustenta el desarrollo de las relaciones capitalistas).
Marx trata la acumulación originaria como un proceso fundacional, lo que revela las condiciones estructurales que hicieron posible la sociedad capitalista.
Federici aparta su análisis del de Marx por dos vías distintas. Si Marx examina la acumulación originaria desde el punto de vista del proletariado de sexo masculino y el desarrollo de la producción de mercancías, ella lo hace desde el punto de vista de los cambios que introduce en la posición social de las mujeres y en la producción de la fuerza de trabajo. Por eso, incluye una serie de fenómenos ausentes en Marx y que son importantes para la acumulación capitalista.
Estos son: el desarrollo de una nueva división sexual del trabajo que somete el trabajo femenino y la función reproductiva de las mujeres a la reproducción de la fuerza de trabajo; la construcción de un nuevo orden patriarcal, basado en la exclusión de las mujeres del trabajo asalariado y su subordinación a los hombres; la mecanización del cuerpo proletario y su transformación, en el caso de las mujeres, en una máquina de producción de nuevos trabajadores. En el centro de su análisis de la acumulación originaria coloca las cacerías de brujas de los siglos XVI y XVII, que fue tan importante para el desarrollo del capitalismo como la colonización y la expropiación del campesinado europeo de sus tierras.
La reproducción según Silvia Federici
La palabra "reproducción" es ambigua, alude a dos cosas distintas pero relacionadas:
- 1) la reproducción social, es decir, cómo la sociedad se conserva en su estructura económica y de dominación (el sentido más amplio); y
- 2) la (re)producción de la fuerza de trabajo (el sentido más limitado de la palabra). Es decir, cuán importante es el "trabajo reproductivo", las labores domésticas, en el sostenimiento del modo de producción capitalista
Lo que una feminista de la diferencia exige a la sociedad o al Estado es el reconocimiento de los valores propios de las mujeres, los derechos que tienen que ver con su condición de mujer. Por ejemplo, el reconocimiento del trabajo doméstico a través de un "salario" formal o el reclamo de jubilaciones por ama de casa.
Marx vs Federici
Marx, según Federici, nunca podría haber supuesto que el capitalismo allanaba el camino hacia la liberación humana si hubiese mirado su historia desde el punto de vista de las mujeres. Cuando los hombres alcanzaron un modo formal de libertad, las mujeres siempre fueron tratadas como seres socialmente inferiores, explotadas de un modo similar a la esclavitud.
Cuando Marx decía que el hombre se sentía a gusto en sus "funciones animales no en el trabajo?, Bueno, es claro que se refería al HOMBRE y no al ser humano, porque la mujer TRABAJA cuando se ocupa de las funciones animales" de su familia. Por eso es importante tener capitalismo la experiencia ESPECÍFICA de la mujer en el capitalismo
En su obra, Federici conecta el desarrollo del capitalismo con la crisis de reproducción y las luchas sociales del período feudal tardío, por un lado, y con lo que Marx define como la “formación del proletariado”, por otro.
La pregunta histórica más importante que aborda este libro es cómo explicar la ejecución de cientos de miles de brujas a comienzos de la era moderna y por qué el capitalismo surge mientras esta guerra contra las mujeres es llevada a cabo. Existe un acuerdo generalizado de que la caza de brujas trató de destruir el control que las mujeres ejercían sobre su función reproductiva y que sirvió para allanar el camino al desarrollo de un régimen patriarcal más opresivo. Lo que se propone Federici es dilucidar las circunstancias históricas específicas bajo las cuales la persecución de brujas se desarrolló y las razones por las que el surgimiento del capitalismo exigió un ataque genocida contra las mujeres.
“Calibán y la bruja” dialoga con la “historia de las mujeres” y la teoría feminista. “Calibán y la bruja” muestra que, en la sociedad capitalista, el cuerpo es para las mujeres lo que la fábrica es para los asalariados varones: el principal terreno para su explotación y resistencia.
La caza de brujas, la caza de mujeres y la acumulación del trabajo
La diferencia más importante entre la herejía y la brujería es que esta ultima es considerada un crimen femenino. En una etapa anterior, los hombres habían llegado a representar el 40% de los acusados. Cerca del 80% de las personas juzgadas en Europa en los siglos XVI Y XVII por el crimen de brujería fueron mujeres. De hecho, fueron perseguidas más mujeres por brujería en este período que por cualquier otro crimen, excepto, el de infanticidio.
El hecho de que la bruja fuera mujer era destacado por los demonólogos, a quienes regocijaba que Dios haya perdonado a los hombres de semejante azote. Los argumentos que se utilizaban para justificar tal fenómeno fueron cambiando. Algunos explicaban que las mujeres tenían más tendencia a la brujería debido a su lujuria insaciable. Otros ponían énfasis en las debilidades morales y mentales de las mujeres como origen de esta perversión.
Otra diferencia entre las persecuciones de los herejes y de las brujas es que las acusaciones de perversión sexual e infanticidio contra las brujas tenían un papel central y estaban acompañadas por la virtual demonización de las prácticas anticonceptivas. En el siglo XVII las brujas fueron acusadas de conspirar para destruir la potencia generativa de humanos y animales, de practicar abortos y de pertenecer a una secta infanticida dedicada a asesinar niños u ofrecerlos al Demonio.
¿Por qué, se pregunta Federici, en el transcurso de un siglo, los herejes se convirtieron en mujeres y por qué la transgresión religiosa y social fue redefinida como un crimen reproductivo? Según la antropóloga inglesa Margaret Murray, las mujeres procesadas como brujas por los demonólogos eran practicantes de antiguos cultos de fertilidad destinados a propiciar los nacimientos y la reproducción, ritos a los que la iglesia se opuso por considerarlos paganos y una amenaza a su poder. La presencia de comadronas entre las acusadas, el papel que ocupaban las mujeres en la Edad Media, el hecho de que hasta el siglo XVI el parto sea considerado un “misterio femenino”, entre otros factores, apoyan esta perspectiva pero no explican por qué estos cultos de fertilidad se volvieron tan abominables como para que ordenaran la exterminación de las mujeres que practicaban la antigua religión.
Otra explicación distinta es la que señala que la prominencia de los crímenes reproductivos en los juicios por brujería está relacionado con las altas tasas de mortalidad infantil, típicas de los años XVI y XVII. Las brujas eran acusadas de las muertes de tantos niños. Pero esta explicación no da cuenta de la relación entre el ataque a las brujas y el desarrollo de una nueva preocupación por la cuestión de la reproducción y el tamaño de la población, esto relacionado con la reproducción de la fuerza de trabajo.
La cuestión del trabajo se volvió especialmente urgente en el siglo XVIII, cuando la población de Europa comenzó a declinar, haciendo surgir la posibilidad de un colapso demográfico. En ese contexto, es posible que la caza de brujas fuera, en parte, un intento de criminalizar el control de la natalidad y de poner el cuerpo femenino, el útero, al servicio del incremento de la población y la acumulación de la fuerza de trabajo.
La caza de brujas y la clase política
Lo cierto es que la caza de brujas fue promovida por una clase política que estaba preocupada por el descenso de la población y motivada por la convicción de que una nación grande constituye la riqueza de una nación. Durante los siglos XVI y XVII hubo un apogeo del mercantilismo, se comenzó a tener registro de nacimientos, muertes y matrimonios, y se formalizó a la demografía como la primera “ciencia de estado”.
Estos hechos son una clara prueba de la importancia que comenzaba a adquirir el control de los movimientos de la población para los círculos políticos que instigaban la caza de brujas.
Muchas de las llamadas brujas eran comadronas o “mujeres sabias”, depositarias del saber y control reproductivo de las mujeres. En el “Malleus maleficarum” se sostiene que eran peor que cualquier otra mujer, ya que ayudaban a la madre a destruir el fruto de su vientre, creencia sostenida en parte en que excluían a los hombres de las habitaciones en que las mujeres parían.
Los autores recomendaban que no se le dejara practicar este arte a ninguna mujer, a menos que antes demostrara que había sido una “buena católica.” Esta recomendación fue aceptada. Tanto en Francia como Inglaterra, a finales del siglo XVI, a pocas mujeres se les permitió practicar la obstetricia, actividad que hasta esa época había sido una actividad puramente femenina. A comienzos del siglo XVII, comenzaron a aparecer los primeros hombres parteros y, en cuestión de un siglo, el estado pasó a tener control casi total sobre la obstetricia. Este acto es, según Alice Clark, un ejemplo del desplazamiento que sufrieron las mujeres de la actividad profesional.
Del mismo modo que los cercamientos expropiaron las tierras comunales, la caza de brujas expropió los cuerpos de las mujeres, los cuales fueron liberados de cualquier obstáculo que les impidiera funcionar como máquinas para producir mano de obra. La amenaza de la hoguera erigió barreras alrededor del cuerpo de las mujeres. Las mujeres, al ver que sus vecinas, amigas y parientes ardían en la hoguera comprendieron que cualquier medida anticonceptiva podría ser percibida como una perversión demoníaca. “Debemos diseminar el terror entre algunas castigando a muchas”, declaró Jean Bodín, filósofo y pensador francés.
Pero la bruja no solo era la partera, también lo era la mujer libertina y promiscua, que practicaban su sexualidad fuera de los vínculos del matrimonio y la procreación. Por eso, en los juicios por brujería la “mala reputación” era prueba de culpabilidad. La bruja era también la mujer rebelde que contestaba, discutía, insultaba y no lloraba bajo tortura. Aquí la expresión rebelde describe la personalidad femenina que se había desarrollado, especialmente entre los campesinos, durante la lucha contra el poder feudal, cuando las mujeres actuaron al frente de los movimientos heréticos, con frecuencia organizadas en asociaciones femeninas, planteando un desafío creciente a la autoridad masculina y a la Iglesia.
Las torturas a las que eran sometidas rondaban el sadismo sexual, revelando la misoginia que imperaba en la época. Las acusadas eran desnudadas, afeitadas completamente, pinchadas con largas agujas en todo su cuerpo en busca de la señal con la que el Diablo supuestamente marcaba a sus criaturas. Frecuentemente eran violadas; desmembradas, quebradas. La ejecución era un importante evento público que todos los miembros de la comunidad debían presenciar, incluidos los hijos de las brujas y, especialmente, sus hijas que, en algunos casos, eran azotadas frente a la hoguera donde su madre ardía.
La caza de brujas fue guerra contra las mujeres; un intento de degradarlas, demonizarlas y destruir su poder social. Al mismo tiempo, sentó las bases del ideal burgués de feminidad y domesticidad.
De un extremo a otro de Europa Occidental, a medida que la caza de brujas avanzaba se iban aprobando leyes que castigaban a las adúlteras con la muerte, la prostitución era ilegalizada y también lo eran los nacimientos fuera del matrimonio, mientras que el infanticidio fue convertido en un crimen capital. Las amistades femeninas, incluso, se volvieron objeto de sospecha, vistas como una subversión de la alianza entre marido y mujer.
Los debates de la época construían una imagen de mujer débil de cuerpo y mente y biológicamente propensa al Demonio, que servía para justificar el control masculino sobre las mujeres y el nuevo orden patriarcal.
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