¿Qué es la filosofía del martillo? Nietzsche - TrascendentalMente: Psicología y Comunicación

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lunes, 15 de marzo de 2021

¿Qué es la filosofía del martillo? Nietzsche

 ¿Qué es la filosofía del martillo? Nietzsche

¿Qué es la filosofía del martillo? Nietzsche



¿Cómo se filosofa con el martillo?

¿Qué cosas son idiosincrasia en los filósofos? Su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su egipticismo. Los filósofos creen otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, cuando hacen de ella una momia. Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales, de sus manos no salió vivo nada real. La muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento son objeciones para ellos, refutaciones. Lo que es no deviene; lo que deviene no es..

¿Cómo se filosofa con el martillo?

Pero todos ellos creen con desesperación en lo que es, y como no pueden apoderarse de ellos buscan razones de por qué se les retiene. Creen que tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es, y creen que el ‘’gran engañador’’ es la sensibilidad. Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero. La moraleja seria: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la historia, de la mentira. La historia no es más que fe en los sentidos, en la mentira.


II. Pongo a un lado el nombre de Heráclito (filósofo de influencia para Nietzsche: idea de devenir y cuestión estilista). Mientras que el resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio de los sentidos porque éstos mostraban pluralidad y cambio, él rechazó su testimonio porque mostraban las cosas como si tuviesen duración y unidad. También él fue injusto con los sentidos. Estos no mienten ni del modo como creen los eleatas ni del modo como creía él, no mienten de ninguna manera. Lo que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo que introduce la mentira, por ejemplo, la mentira de la coseidad, de la substancia, de la duración. La ‘’razón’’ es la causa de que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos. Mostrando el devenir, el perecer, el cambio, los sentidos no mienten. Pero Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser es una ficción vacía. El mundo ‘’aparente’’ es el único: el ‘’mundo verdadero’’ no es más que un añadido mentiroso...



La genealogía de la moral de Nietzsche

‘’El que los corderos guarden rencor a las grandes aves rapaces es algo que no puede extrañar: sólo que no hay en esto motivo alguno para tomarle a mal a aquellas el que arrebaten corderitos. Y cuando los corderitos dicen entre sí ‘estas aves de rapiña son malvadas; y quien es lo menos posible un ave de rapiña, sino más bien su antítesis, un corderito, (¿no debería ser bueno?)’ nada hay que objetar a este modo de establecer un ideal, excepto que las aves rapaces mirarán hacia abajo con un poco de sorna y tal vez se dirán ‘Nosotras no estamos enfadadas en absoluto con esos buenos corderos, incluso los amamos: no hay nada más sabroso que un tierno cordero’.’’



Exigir de la fortaleza que no sea un querer-dominar, es tan absurdo como exigir de la debilidad que se exteriorice como fortaleza. Un quantum de fuerza es justo un tal quantum de pulsión, de voluntad, de actividad, que tan sólo se debe a la seducción del lenguaje, el cual entiende y malentiende que todo hacer está condicionado por un agente, por un sujeto. Pero tal sustrato no existe; no hay ningún “ser” detrás del hacer, del actuar, del devenir; el “agente” ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo. 

El fuerte es libre de ser débil. Hay un arte de falsificación, en donde pareciese como si la debilidad misma del débil - es decir, su esencia, su obrar, su entera, única, inevitable, indeleble realidad – fuese un logro voluntario, algo querido, elegido, una acción, un mérito. Por un instinto de autoconservación, de autoafirmación, en el que toda mentira suele santificarse, esa especie de hombre necesita creer en el “sujeto” indiferente, libre para elegir. El sujeto ha sido hasta ahora en la tierra el mejor dogma, tal vez porque a toda la ingente muchedumbre de los mortales, a los débiles y oprimidos de toda índole, les permitía aquel sublime autoengaño de interpretar la debilidad misma como libertad, interpretar su ser-así-y-así como mérito.


¿Se preguntaron alguna vez cuan caro se ha hecho pagar en la tierra el establecimiento de todo deal? ¿Cuánta realidad tuvo que se siempre calumniada e incomprendida para ello, cuánta mentira tuvo que ser santificada, cuánta conciencia conturbada, cuándo ‘’dios’’ tuvo que ser sacrificado cada vez? Para poder levantar un santuario, hay que destruir un santuario: ésta es la ley.

Durante demasiado tiempo el hombre ha contemplado “con malos ojos” sus inclinaciones naturales, de modo que éstas han acabado por hermanarse en él con la “mala conciencia”: inclinaciones innaturales. Todas esas aspiraciones hacia el más allá, hacia lo contrario a los sentidos, lo contrario a los instintos, lo contrario a la naturaleza, en una palabra, los ideales que hasta ahora han existido, todos los cuales son ideales hostiles a la vida, ideales calumniadores del mundo. 


¿Quién es lo bastante fuerte para intentar hermanar con la mala conciencia las inclinaciones innaturales? ¿A quién dirigirse hoy con tales esperanzas y pretensiones? Tendríamos contra nosotros justo a los hombres buenos, y además a los hombres cómodos. ¡Qué complaciente, qué afectuoso se muestra todo el mundo con nosotros tan pronto como hacemos lo que hace todo el mundo y nos “dejamos llevar” como todo el mundo! Para lograr aquel fin se necesitaría una especia de espíritus distinta de los que son probables en esta época: espíritus fortalecidos por guerras y victorias, a quienes la conquista, la aventura, el peligro e incluso el dolor se les hayan convertido en una necesidad imperiosa. Pero hoy, ¿es esto posible siquiera? En una época más fuerte tiene que venir a nosotros el hombre redentor, al que su fuerza impulsiva aleja una y otra vez de todo apartamiento y todo más allá, cuya soledad es malentendida por el pueblo como si fuera una guía de la realidad_ siendo así que constituye un hundirse, un profundizar en la realidad, para extraer alguna vez de ella la redención, su redención de la maldición que el ideal existente hasta ahora ha lanzado sobre ella.

El hombre del futuro, que nos liberará del ideal existente hasta ahora y asimismo de lo que tuvo que nacer de él, de la voluntad de la nada, del nihilismo, que de nuevo libera la voluntad, que devuelve a la tierra su meta y al hombre su esperanza, ese anticristo y antinihilista, ese vencedor de Dios y de la nada, alguna vez tiene que llegar…

*La ciencia se encuentra sometida a la seducción del lenguaje y no se ha desprendido de los hijos falsos que se le han infiltrado, de los ‘’sujetos’’.



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